A través de los años un grupo de amigos y amigas, que se reunían en una librería en torno a una mesa que emulaba el fuego, fueron payando y desgranando historias un poco como al pasar. Los unía el gusto por la poesía, los temas del campo y las zonas urbanas. El ardor de las rimas, la música y el canto de los grillos, la frágil epopeya del momento y la posibilidad del amor. Así, de esas tertulias fue surgiendo este Teatro gauchesco primitivo, una obra colectiva y a la vez individual. Ya que cada voz tiene su propia entonación, su propia forma, y busca el encuentro de una pampa húmeda y seca a la vez, poblada por los fantasmas más arcaicos del lenguaje de estos días.

Muchas hojas de este pequeño volumen se perdieron, muchas otras se tiraron, fragmentos enteros fueron enterrados en un patio a la sombra de un álamo y pidieron ser salvados: son estos. Que aquí, siguiendo el horizonte de la línea y de la letra impresa, hoy se presentan al lector y a la lectora. Este Teatro gauchesco primitivo es como una pulpería munida de vinos y herraduras, donde un grupo de turistas llega para entender un poco menos al país.

Psicodelia, psicodrama, psicofármacos y otras psicosis se dan cita en este libro, se conocen, se saludan y aspiran proyectarse para actuar juntos por primera vez.